Metros de ilusión

Después de una ingesta hipercalórica, rumbo al Palau número 6 de Montjuïc para "entrar en capilla". Primero nos vestimos y junto a nuestro vestuario habían dejado un complemento especial, un "Emergency Poncho" que nos enfundaríamos en caso de que la lluvia arreciara...

Después procedimos a la sesión de maquillaje y luego pasamos el rato deambulando por el Palau viendo al resto de comparsas. Uno de los objetivos de este año era facilitar la visibilidad del desfile e intentar crear dos niveles, incluyendo elementos "de altura". Si lo nuestro me parecía estoico dejó de parecérmelo cuando ví a la comparsa de zancos, espectacular, por cierto.

Por megafonía avisaron de que llegaba la hora de "dejar el Palacio" y subimos al autocar a las 17:15 horas aproximadamente. El cielo...gris oscuro, primo lejano de los decorados de la tierra de Sauron, Mordor.... nos tocó compartir trayecto con una banda de músicos a la que nuestra compañera Marga les pidió que se arrancaran con un Pasodoble y a ritmo cañí nos animamos el trayecto enfundadas en turbantes con plumas orientales y gorritos teletubicos de las niñas mochilas de luces, entre los que se encontraba nuestra Silviña.

Nuestra Silviña sorprendida por las cámaras.
Llegamos a destino y allí aparecían flamantes aunque mojados, nuestros conos. Conocimos y confraternizamos con nuestros empujadores, ardua tarea la suya... escalamos hacia el cono y tomamos perspectiva del viaje imminente. Llegaron sus Majestades, se acomodaron en sus carrozas y arrancamos!

La lluvia no dejó de hacer acto de presencia pero es cierto que la estrella de Oriente que guía a sus Majestades debe ser muy especial porque durante las casi tres horas de recorrido se quedó en un sirimiri, también llamado calabobos :O

Y a partir de ahí, todo pasó muy rápido, algún que otro susto que se debía a la irregularidad del asfalto o a algún árbol frondosillo y demasiado alto pero por lo demás, encantadas de la vida y todo perfecto. Al llegar, ligero dolor de bíceps de tanto saludar y ligero dolorcillo en los músculos maxilofaciales de tanto sonreír. Constantemente Di y yo girábamos la cabeza por motivos coreográficos y nuestras miradas se encontraban hablando sin articular palabra y dedicándonos mútuamente una sonrisa de oreja a oreja. Este año nos ha acompañado también Javi, el padre de Diana, flamante componente del grupo de recollidors de xumets.

Impresiona de nuevo ver a la ciudad en la calle, contenta. Resalto especialmente un tramo que creo que es Sepúlveda donde la gente se vuelca en la decoración de balcones, atriborrados de globos de colores y las calles llenas de confeti blanco y un montón de rollos de papel colgando de árboles y balcones, una verdadera Fiesta, donde los vecinos están, además, muy animados.

Impagable las caritas de los más pequeños, forrados con sus anoraks, gorros y guantes, con ese derroche de ilusión e inocencia tan puro que sobrecoge. Sorprende ver que hay mucha gente de no tan tierna edad que se ilusiona igualmente. Imagino que siempre hay una parte de nosotros que se aferra a esa ilusión que un día existió intacta, ciega y descomunal ligada a los Reyes Magos hasta que alguien rompió el hechizo. No sé cómo podría medirse la ilusión pero en esta ocasión la mido en metros y metros de nuestro recorrido y con efecto retroalimentación.

Cuando se alzan las copas para brindar suelo añadir casi siempre al "salud" la coletilla de "e ilusión". Al margen de sus Majestades de Oriente y en términos más republicanos y generales, hace ya mucho que decidí que la ilusión era imprescindible, vital de necesidad. Así que por el mismo precio y sabiendo que esto sí que está en nuestra mano ... a pesar de que nos lo pongan difícil muchas veces y sin encaramarnos a un estado de enajenación por ilusión permanente (que haberlos haylos), con ilusión, siempre.

El equipo cabalgático 2010 del Bailongu.